EPISODIOS DE UNA GUERRA INTERMINABLE

PERSONAJES DE EL LECTOR DE JULIO VERNE. ALMUDENA GRANDES

PERSONAJES

  Los personajes de las novelas de Almudena Grandes están frecuentemente determinados por lo sucedido en el pasado, y en particular en la Guerra Civil, que constituye un episodio histórico de gran relevancia para la construcción del yo. 

 Muchas son “obras de ficción, cuyos personajes principales, creados por ella, interactúan con figuras reales en verdaderos escenarios históricos,  que la autora ha reproducido con todo el rigor de que he sido capaz". En esto coincide con Galdós y sus Episodios Nacionales, que también combinaba personajes históricos y ficticios. Conecta con Max Aub y su obra El laberinto mágico, tal como reconoce en Inés y la alegría.

   Al final de la novela la autora aclara muy detenidamente de dónde los ha tomado:

"Muchas de las historias que aparecen en esta novela de ficción son rigurosamente ciertas, y reflejan personajes, fechas y situaciones que he tomado prestados de la realidad. Así sucede, en primer lugar, con la legendaria vida y la heroica muerte de Cencerro y de Crispín, en las que me he limitado a transferir al requeté que verdaderamente bailó sobre el cadáver del primero, en Castillo de Locubín, al cadáver del segundo, en Martos. Todo lo demás es cierto, desde los billetes firmados hasta las rondas que se pagaban en los bares a la salud de Cencerro, pasando por la novelesca muerte de su primer lugarteniente, Hojarasquilla —en algunas fuentes, Hojarasquín—, en un prostíbulo de Frailes. Desde las 150.000 pesetas que Cencerro y Crispín se entretuvieron en romper en pedacitos durante su última noche —muchos años antes de que Ricardo Piglia escribiera Plata quemada— hasta el abrazo en el que se fundieron antes de suicidarse con sus dos últimas balas." Para comprobar lo que hay de realidad y de ficción en toda la obra se pueden consultar las palabras de la autora.

CENCERRO

"Yo admiraba a Cencerro. Le admiraba porque era el más poderoso, el más listo, el más valiente de todos los hombres que conocía. Le admiraba porque todas las mujeres de la Sierra Sur suspiraban por él, tan rubio, decían, tan guapo, tan fuerte. Le admiraba porque hacía lo que le daba la gana, porque entraba y salía de su casa, de su pueblo, del mío y de los demás, cuando le venía bien, porque los guardias no podían con él, porque no podía el ejército, porque su cabeza era la más cara de toda la provincia de Jaén y él, en lugar de achantarse, acusaba el incremento de su precio subiendo la cantidad de sus propinas, esos billetes de cincuenta, de cien, y hasta de quinientas pesetas que firmaba con su nombre y que nunca aparecían."

   Nos centraremos sobre todo en el análisis de los personajes literarios.

EL PROTAGONISTA

Se llama Nino, tiene nueve años y vive con su familia en el cuartel de la Guardia Civil de Fuensanta de Martos. Físicamente es bajito, lo que para su padre supone un problema, porque no llegará a dar la talla para entrar de mayor en la guardia civil. Por eso cree que deberá estudiar francés y mecanografía y pensar en aprobar alguna oposición. El hijo también tiene claro su futuro:

   "En los malos tiempos, los niños crecen deprisa. Los de mi infancia fueron los peores, y a los nueve años yo ya tenía muy claro que no quería ser guardia civil, que no quería volver a viajar esposado a un prisionero, que no quería vivir en una casa cuartel, que no quería darle miedo a la gente".

   "A los nueve años, yo quería conducir coches de carreras, mudarme a Granada, o a Madrid, y si no, vivir como Pepe el Portugués, tener una casilla pequeña, al pie de la sierra, y una huerta, un caballo, unos pocos animales, unos pocos amigos y estar lejos, lejos del pueblo, lejos del teniente y de su señora, lejos del alcalde y de don Justino, lejos del alguacil y del boticario, lejos, para subir al monte a pescar truchas y a coger setas a la luz del día y cuando yo quisiera, y no volver a casa de madrugada, con la capa tiesa de hielo, escarcha en el bigote y un catálogo de juramentos entre los labios, o no volver."

   El niño tiene dos héroes antagónicos: su propio padre y el maquis Cencerro, una auténtica leyenda forjada sobre un guerrillero real, de vida durísima y muerte ejemplar a los ojos de la gente del pueblo. A los diez años, cuando se plantea su dilema moral, el niño debe tomar una importante decisión que lo obliga a madurar prematuramente.

  Pero también tiene el referente de Pepe el Portugués, un recién llegado que vive en un molino, y se convierte en su modelo. Cuando aprende mecanografía, conoce a una maestra que no ejerce. Ella y Pepe lo introducen en el universo de la literatura. Y, mientras devora a Julio Verne, se va dando cuenta de que su vida contiene episodios similares a los de los libros; se inicia en el conocimiento del dolor; descubre, poco a poco, una realidad que quiere conocer y también desea ignorar.

Y un referente fundamental son los héroes de los libros que ha leído, como el protagonista de La isla del tesoro:

"Jim Hawkins rescató la Hispaniola sin la ayuda de nadie, me recordé a mí mismo cuando perdí de vista la casa cuartel. El solo se subió al barco, se enfrentó con un par de marineros traidores, los venció, y pilotó la goleta hasta ponerla a salvo. Ya eran más de las once y en las calles de mi pueblo no había nadie, pero las tabernas estarían abiertas y por si acaso, las fui esquivando una por una. Eso hizo Jim Hawkins en una isla repleta de piratas violentos, asesinos armados hasta los dientes, y las farolas se apagaron de golpe, todas a la vez, antes de que dejara atrás las últimas casas." Y Pepe el Portugués es un trasunto del capitán Silver, aunque con las dos piernas: "Porque Pepe el Portugués también se fue, con sus dos piernas enteras y ningún loro en el hombro." A su marcha comprende que "Él me había convertido en alguien distinto, en alguien mejor, me había enseñado qué clase de hombre quería llegar a ser, a quién me gustaría parecerme."

   Vive en un lugar en el que nadie escoge su vida, preso en una realidad dura y difícil. Lo que le asombra es que no va a tener ni siquiera la oportunidad de decir que no quiere ser guardia civil porque él nunca ha querido serlo. Tiene un destino asignado, está preso en una realidad odiosa y en ella hay unos hombres que hacen lo que les da la gana y que son los únicos que han elegido una vida. Viven como animales, no viven en casas, no tienen luz ni agua; sin embargo, tienen la capacidad de decidir qué quieren hacer con su vida, a dónde quieren ir y cómo se quieren comportar (Pacios 2013)

Tenía que aprender a pensar, a hablar, a llamar a las cosas con otros nombres. Tenía que aprender que un guardia civil llamado Antonino Pérez se había limitado a aplicar la ley de fugas a un delincuente que pretendía escapar, y que su hijo Elías se había fugado al monte después de faltarle al respeto al maestro, porque no era más que otro delincuente. 

   En la casa cuartel viven cinco guardias con sus familias. Don Salvador, conocido por el sobrenombre de Michelín por parecerse al muñeco de los neumáticos, es teniente del Ejército de Tierra, y la máxima autoridad militar en el pueblo. Romero, el compañero del padre de Nino e hijo de un guardia civil; Sanchís, el sargento y segundo en comando, un hombre guapo pero muy desagradable al que todo el mundo teme y odia. Curro, de 22 años, es el único guardia soltero del cuartel. Sanchís  es republicano, actúa perfectamente como guardia civil fiel y de fuerte carácter. Al final, mata a un delator delante de su compañero Curro -sabemos que Sanchís protegía a los guerrilleros. Por eso opta por suicidarse, en vez de entregarse o huir (pp. 310-311). Lo hace para amparar a su mujer, pero también lo hace como una defensa del honor de los republicanos frente a la dictadura. 
  El  padre de Nino, Antonio, también forma parte del grupo de los guardias civiles “amables”. Tiene sus propias contradicciones, pero solo de forma interna, porque no se atreve a manifestarle lo que opina más que a su mujer. Se ha convertido en guardia civil por casualidad en esa época convulsa, a pesar de que algunos de sus familiares son duros luchadores antifranquistas. La decisión que tomó le resulta cada vez más difícil de sobrellevar.

PEPE EL PORTUGUÉS

La llegada del personaje al pueblo supone para el protagonista un descubrimiento. Le abrirá las puertas al mundo cerrado de su casa cuartel. Siente por él gran admiración, hasta el punto de querer ser como él. Tiene rasgos de héroe misterioso, por ser ajeno al pueblo y por un comportamiento que se irá desvelando progresivamente a lo largo de la novela:

"Pepe el Portugués ya se había convertido en una de las personas más importantes de mi vida, un deslumbramiento que desbordó todos los límites para imponerme una distancia casi temerosa. Por eso, aunque aquel verano fui muchas veces, y siempre solo, al molino viejo, nunca le llamé, ni entré en su casa sin avisar."

"Cuando le conocí, Pepe el Portugués aún no había cumplido treinta años. Era delgado pero fuerte, flexible y ágil, y se pasaba los días al aire libre, trabajando sin camisa en el huerto, en los olivos, o andando por el monte. Los dedos del sol habían dibujado hebras amarillas, caprichosas, en su pelo castaño, que brillaba a la luz tanto como su piel morena y lisa, y cuando sonreía, enseñaba unos dientes blanquísimos, que serían perfectos si una de las paletas no estuviera partida, quebrada en diagonal como la hoja de un cuchillo, pero hasta eso le sentaba bien."

"Pepe el Portugués era la persona más especial de todas las que conocía, aunque a mi alrededor nadie más pareciera darse cuenta. Al principio, creía que era portugués de verdad, porque el nombre de su pueblo, Torreperogil, me sonaba rarísimo, hasta que padre me dijo que no, que si lo pensaba bien me daría cuenta de que ese nombre significaba Torre de Pedro Gil, y que estaba en la provincia de Jaén, igual que el nuestro, aunque hacia el norte, más allá de Úbeda. Descontando a los guardias y al maestro, que no podían escoger un destino, semejante distancia le convertía en el único forastero permanente de Fuensanta de Martos, pero no era especial sólo por eso.

—¿Y a ti por qué te llaman el Portugués? —le pregunté una de las primeras veces que hablamos los dos solos.
—¡Ah! Eso no lo sé, es el mote de mi familia. La gente dice que mi abuelo sacó una vez a bailar en las fiestas del pueblo a una chica que venía con un feriante y era portuguesa…

 Pepe había visto mucho mundo. Nunca había estado en Portugal, pero sí en Francia, y en Madrid, y en Valencia, y en Barcelona, y en Marruecos. Había visto el mar muchas veces, aunque no le gustaba hablar de eso porque decía que todos los sitios son iguales.

Cuando le conocí, Pepe el Portugués aún no había cumplido treinta años. Era delgado pero fuerte, flexible y ágil, y se pasaba los días al aire libre, trabajando sin camisa en el huerto, en los olivos, o andando por el monte. Los dedos del sol habían dibujado hebras amarillas, caprichosas, en su pelo castaño, que brillaba a la luz tanto como su piel morena y lisa, y cuando sonreía, enseñaba unos dientes blanquísimos, que serían perfectos si una de las paletas no estuviera partida, quebrada en diagonal como la hoja de un cuchillo, pero hasta eso le sentaba bien."

Lo considera una especie de superhéroe, uno del oeste:

"Pepe el Portugués apareció al final de la calle y se acercó despacio, con los pulgares enganchados en los bolsillos del pantalón, la barbilla alta. Parecía uno de esos pistoleros que salían en las portadas de las novelas que vendía la Piriñaca...Aunque el Portugués se pareciera en su manera de andar a esos aventureros que se llamaban Jack o Billy, no era igual que ellos, porque no me defraudaba nunca."

LAS MUJERES

   En esta novela predominan las figuras de hombres. Sin embargo, podemos destacar la presencia de algunas mujeres destacadas. Resisten heroicamente a todo.  Una es la madre del protagonista, Mercedes Ríos, muy preocupada por su familia (lo que no sucede en otras obras de la autora). 

   La presencia de mujeres en la novela está vista de manera casi coral. Destaca doña Elena,  una maestra que destaca por su humanidad. Sabemos que se casó, tuvo dos hijas y que  vive con su nieta en Fuensanta de Martos. Posee una amplia biblioteca, casi clandestina, que hace los deleites de Nino. Además, es una mujer con una vasta cultura. Da clases de mecanografía, taquigrafía, francés e inglés, pero también habla con el niño sobre temas de historia y acerca de la situación actual. Entre los libros existentes en la biblioteca, se encuentra la obra de Benito Pérez Galdós, que Nino lee ávidamente, para escándalo de su profesor, Don Eusebio, que considera al autor demasiado revolucionario. Don Eusebio el maestro oficial contrasta con ella por su cobardía.

   En el Cortijo de las Rubias vive un grupo de mujeres, muy unidas porque son, cada una a su manera, víctimas de la Guerra Civil y de la dictadura. Ahí  viven solo mujeres y niños. Además de las hermanas Marisol y Sonsoles, Las Rubias (cuyo objetivo vital es casarse). Catalina, una mujer de cincuenta años, madre de nueve hijos, que vive en compañía de tres de sus hijas en 1948. Había sido guapa, joven, pero la tragedia vivida la convirtió en una mujer amargada que mantiene su valentía. 

Todas ellas están condenadas  en el pueblo por ser «rojas», hijas, esposas y compañeras de republicanos que lucharon en el bando perdedor y que ahora, si no han muerto, forman parte de la guerrilla. Sin embargo, el hecho que marcó más a Catalina fue que cuando su hijo se moría de fiebre ningún vecino del pueblo quiso ayudarla, y se le murió en los brazos. 

Rapadas en Montilla
 En el Cortijo viven aún Manoli, nuera de Catalina. Doña Elena había tenido conocimiento de su existencia cuando esperaba en la cola de la cárcel para visitar a su marido, que allí estaba ingresado por ser ateo. Manoli vivía una situación angustiosa por estar ingresada con dos niñas, la más pequeña todavía bebé. Doña Elena tuvo en su casa a las niñas (en aquella época vivía en la localidad de Carmona) hasta que Catalina consiguió medios financieros para viajar y llevar a sus nietas con ella. En el Día de la Merced –único día en que a los niños les permitían visitar a las madres que estaban encarceladas– Elena y Catalina visitaron a Manoli. Hacía mucho calor y Catalina invitó a Elena a visitar Fuensanta de Martos. A Elena le gustó y, más tarde, se instaló en el Cortijo. Las hijas de Catalina son Catalina, a quien llaman Chica, Paula y Filo(mena). La mayor, Chica, es la más guapa; Paula, la hija del medio, la que más se parece a su madre, que tiene un romance con Pepe, el Portugués. Por último, Filo es adolescente, aprendió a escribir a la máquina con doña Elena y es la única que baja al pueblo a vender huevos. Era la madre la que asumía esta tarea; sin embargo, tras la prohibición por la guardia civil, la delegó en su hija por ser esta todavía menor.

"Filo la Rubia tenía el pelo negro, una melena como una cascada de bucles oscuros que brillaban como si estuvieran empapados en aceite y le llegaban hasta la cintura. Tal vez por eso, o porque todavía era una niña, o porque a los doce años ya tenía los ojos tan grandes, el cuello tan largo, la nariz tan fina y los labios tan llenos que daba miedo tocarla, cuando acabó la guerra no le afeitaron la cabeza, como hicieron con su madre, con sus hermanas, con su cuñada, con sus tías, con sus primas. Entonces, al cortijo donde vivía le llamaban aún el de los Rubios, aunque ya no vivía allí ningún hombre, todos muertos o huidos, alguno, decían, hasta en América. Pero donde no había hombres, estaba Filo, que al día siguiente se paseó por el pueblo con la cabeza pelada y llena de trasquilones que se había hecho ella misma con las tijeras".

Filo tendrá un niño de Elías, al que llamará Tomás. Consiguen huir hasta Toulouse y envían una foto familiar a Fuensanta de Martos, que es expuesta en la taberna de Cuelloduro. A Fuensanta de Martos llega aún información de la huida con éxito de un grupo de personas, incluso hay una referencia al restaurante Inés de Bosost, lo que supone un elemento de intertextualidad con Inés y la alegría, de la misma autora.

 En este universo coral cabe mencionar también a Pastora, ejemplo de la mujer relativamente emancipada. Casada con Miguel Sanchís, un comunista camuflado de guardia civil, Pastora no se cohíbe en manifestar públicamente su amor. Su sensualidad es observada por todos, incluso por Nino:"Pastora cruzaba el patio con ese bamboleo que no podía evitar, y yo la miraba porque tampoco podía evitarlo y sentía calor, un sonrojo repentino y culpable, como si verla moverse fuera pecado, y me daba cuenta de que ella no hacía nada para provocar esa reacción”. Su sensualidad provoca la envidia de las otras mujeres: «Y ver que un hombre tan guapísimo ha tenido que casarse con una coja que no puede tener hijos, encima (…) como si no hubiera donde elegir». El hecho de ser estéril supone la única razón por la que Pastora envidia a las mujeres del pueblo donde se instaló con su marido. Miguel Sanchís, marido de Pastora, está muy enamorado de su mujer, de manera casi enfermiza, y le ofrece regalos constantemente e incluso la besa en público –para escándalo en el pueblo.

En 1949 Miguel Sanchís mata a Juan, el Piruleta, que es primo de Elías e, inmediatamente después, se suicida. Esta acción no se ejecuta sin antes decir: «¡Viva el Partido Comunista de España!» y «¡Viva la República!» y también después de reiterar su amor por Pastora. El suicidio tiene por objetivo salvar la vida a Pastora y librarla de la tortura, lo que pasaría si él hubiera huido; pero esto apenas se consigue durante un par de meses. Tras su entierro, en el que Pastora demuestra dignidad, no gritando como las otras viudas del pueblo , la viuda decide irse a Madrid, a la casa de su madre. Las mujeres en el pueblo comentan que quedará con una buena jubilación, aunque tres meses más tarde será considerada indigna y se le impedirá tanto trabajar como de salir de Madrid hasta el final de su vida, que vive en condiciones miserables.