TIEMPO HISTÓRICO
En la “Nota de la autora” que aparece al final de Inés y la alegría, la novelista afirma escribir sobre los “momentos significativos de la resistencia antifranquista” con el convencimiento de que sin esos “casi cuarenta años de lucha ininterrumpida […] nunca habría llegado a ser posible la España aburrida y democrática, desde la que yo puedo permitirme el lujo de evocarla”. Y esto es perceptible en El lector de Julio Verne.
Becerra Mayor afirma que "la novela realiza una reconstrucción histórica de la posguerra española desplazando lo político y lo social en beneficio de una lectura aideológica del pasado. Esta reconstrucción se logra por medio de la reducción del conflicto bélico a un enfrentamiento fratricida y a la descripción de los personajes por medio de categorías propias de una ideología neohumanista donde lo humano oculta lo ideológico." y continúa señalando: "No obstante, la Guerra Civil no puede reducirse a esa visión fratricida de la Historia, donde se aniquila todo componente político y social en virtud de una lectura donde las categorías abstractas como el odio y la venganza, e incluso el miedo que conduce a los personajes a actuar en contra de sus seres más cercanos, desplacen las categorías objetivas e imposibiliten un acercamiento histórico al fenómeno en cuestión."Grandes reconstruye la historia a partir de nociones neohumanistas: no hay elementos políticos ni sociales que definan al personaje ni que determinen su actitud, y de inmediato se comprueba que las convicciones políticas que le ha llevado a defender un bando, si acaso existieran, no serían sino una cuestión meramente superficial (o accidental), ya que por debajo de este accidente histórico llamado Guerra Civil hay solo un hombre con sentimientos; un hombre que, en tanto que hombre, es, en esencia, igual que todos los hombres. En esencia, parece decirnos la novela, todos los hombres son iguales por dentro –comparten el mismo espíritu humano– y, por lo tanto, todos ellos, sean agresores o agredidos, víctimas o verdugos, independientemente de donde estuvieron el 18 de julio de 1936, tienen un interior, sentimientos de compasión y culpa, de amor, remordimientos, etc.".
Más adelante, la novela exprime el argumento, sin temor a resultar reiterativa, pero añadiendo un ingrediente nuevo que señala al verdadero culpable: la superestructura franquista que ha convertido España en un país de asesinos. Con esta referencia a la superestructura –a las instituciones sin duda responsables de la masacre– pretende Grandes redimir a sus personajes, subrayando, de nuevo, su perfil más cercano al de víctima que al de verdugo:
Tomar una decisión así es muy difícil, porque España se ha convertido en un país de asesinos y de asesinados, un país donde se detiene a la gente por capricho, y se la tortura después de detenerla, y luego, se la mata o no, según le dé al que mande en cada lugar, en cada momento. Un país donde ya no hay tribunales que merezcan ese nombre, ni jueces imparciales, ni abogados, nada, sólo fosas abiertas en las tapias de los cementerios [...]. Si tu padre hubiera podido elegir, habría escogido una vida distinta, pero en España ya nadie puede escoger su propia vida".
LOS MAQUIS Y CENCERRO
Los hechos relatados en las tres primeras partes se ambientan en la posguerra española, desde 1947 a 1949. Se trata ya del final de la década y han pasado varios años desde el fin de la contienda en 1939. Por eso sorprende más que todavía queden tantos vestigios de violencia que son consecuencia del enfrentamiento fratricida. Al finalizar la guerra, fueron muchos los grupos de republicanos que se echaron al monte. Al principio esa guerrilla estaba formada por miembros del ejército republicano, aunque luego acabaron uniéndose a ellos gentes de los pueblos, como se puede ver en el siguiente gráfico:
Marco Carretero, 2011 |
En la novela destaca en primer lugar la figura de Cencerro, un personaje real que dirigió la guerrilla en la Sierra Sur de Jaen.
Tomás Villén Roldán, alias Cencerro, había plantado cara y esquivado el régimen franquista. Se había evadido de la cárcel de Alcalá la Real (Jaén) en 1940 y se echó al monte. Logró establecer una red de enlaces, convirtiéndose en un fuera de la ley muy popular, como un Robin Hood de la provincia, muy buscado durante siete años en los que esquivó a la Guardia Civil en muchas ocasiones. Finalmente el 17 de julio de 1947 se suicidó en una casa de Valdepeñas de Jaén, junto a su lugarteniente, José Crispín Pérez, tras dos días de asedio y un espectacular despliegue y asalto militar en el que se dinamitaron dos casas y perdieron la vida siete personas. Pero su muerte no quedó ahí y su leyenda fue agrandándose durante años y décadas, formando parte de la memoria colectiva de una comarca que, por mucho que quiso oficialmente condenar su historia al olvido, nunca lo hizo, ya que fue vivida y revivida por el pueblo.
En la novela se alude a su fama y a su pervivencia en el imaginario popular:
"—Pero no pudo ser él —insistí, con el aplomo que prestan sólo unas pocas certezas, la muerte siempre.
—Claro que fue él. Firmó el billete, ¿o no? —sólo entonces se echó a reír, y justificó su risa como si me estuviera haciendo un favor—. Cencerro es mucho más que un nombre, Nino, es un símbolo. Tomás Villén Roldán está muerto, sí, lo sé, sé lo mismo que tú, que se suicidó el 17 de julio, en Valdepeñas, y lo llevaron muerto a su pueblo, y todos los vecinos vieron su cadáver. Eso es verdad, pero sólo eso. Tomás Villén Roldán era Cencerro, pero ahora Cencerro es más grande que él. Seguirá vivo mientras haya alguien en el monte que lleve su nombre, y por lo visto lleva dos días resucitado, ya lo sabes."
Elías el Regalito es una creación de la autora, que lo muestra como su sucesor.
Almudena Grandes reconstruye los hechos que tienen trascendencia pública, en este caso localizados en los enfrentamientos entre maquis y Guardia Civil en Andalucía, pero también la vida privada y las duras condiciones de subsistencia de los españoles casi diez años después de acabar la contienda. Por eso, cuando leemos la novela, comprobamos la miseria en la falta de alimentos, de ropa..., una economía de subsistencia que la autora ha sabido reflejar a la perfección. La miseria y el hambre en la posguerra los lleva a subsistir con la venta ambulante, la recogida de esparto clandestinamente, ...
"La tía María del Mar vendía los huevos que ponían sus gallinas porque eran demasiado caros para que se los comieran sus hijos".
"El hombre que había viajado con nosotros en el tren de vuelta, también era moreno y delgado, pero estaba muy sucio. Llevaba la camisa desgarrada por un costado y una herida vieja, marcada por un reguero de sangre seca, en una esquina de la frente."
"Los niños pequeños eran todos los que salían de casa apretando contra su pecho con las dos manos una piedra caliente, liada en trapos. Los mayores, en cambio, habían merecido la confianza de tutelar una botella de gaseosa rellena de agua hirviendo, que la funda casera, fabricada con un resto de manta gruesa, suavizada por el uso, convertía en una fuente de calor muy agradable."
Algunas desgraciadamente siguen vigentes muchos años después, como la precariedad en la contratación laboral:
"Las fábricas de azúcar que pagaban el trabajo de un obrero serio y cumplidor mejor que los terratenientes de Valdepeñas, y sin necesidad de capataces que fueran todos los días a la plaza del pueblo a humillar a los hombres señalándoles con el dedo, hoy trabajas tú, hoy tú no trabajas…".
La recova "El modesto negocio de los más pobres, los que no tenían más que sus piernas y el campo para subsistir, había existido siempre. Sin embargo, con la resaca de la victoria y la excusa de que era difícil distinguir a las recoveras de los estraperlistas,..."
La ley de fugas. Para ejercer presión sobre la población se recurrió a algunos procedimientos como la ley de fugas y la ley 12 de 1940, que aparecen en la novela. La primera es la que aparece con más frecuencia en El lector de Julio Verne. Según Casanova, catedrático de la Universidad de Zaragoza, al principio la ley de fugas se aplicaba a los que intentaban escaparse aunque los militares o los guardias civiles les hubieran dado el alto. Nació antes de la Guerra Civil y se aplicaba sobre todo a presos, o a prisioneros de guerra. Pero con el tiempo se extendió a gente común que colaboraba con los republicanos. La autora describe que en función de aquella ley, “te podían matar por la espalda cualquier noche por haber dado de comer a tu hijo, a tu padre, a tu hermano, sólo por eso, eso bastaba para legalizar cualquier muerte”(p. 105). Los presos eran ejecutados de forma sumaria en aplicación de una ley de fugas, fingiendo que se habían intentado escapar.
"[Los fusilados] caían como moscas con un tiro en la espalda, porque siempre estaban desarmados, siempre decían luego que habían intentado escapar, pero eso nunca lo había visto nadie, nunca lo había escuchado nadie, nunca podía probarlo nadie ".
Existía también la ley 12 de 1940, que sirvió para depurar a la Guardia Civil, evitando así que hubiera en el cuerpo opositores al régimen. Suponía el pase a la reserva de todos los aquellos militares que hubieran colaborado con la República o se hubieran mostrado tibios en el apoyo a los alzados”:
"Hay una ley, muy famosa, por cierto, la 12 de 1940, la conoces, ¿no? Esa ley ordena investigar los antecedentes de todos los miembros del Ejército Nacional y de la Guardia Civil, para procesar a cualquiera cuyo comportamiento, o el de su familia, resulte dudoso durante los años previos al Alzamiento[...]. Franco no quiere sospechosos en el Cuerpo y...no te digo más".
Las torturas
Nino relata las escenas durísimas de maltrato, las quejas de los detenidos torturados que oía en su cuarto de la Casa cuartel, lo que en ocasiones le llevaba a intentar proteger a su hermana tapándole los oídos o cantándole:
"Sus paredes delgadas, casi porosas, se empapaban de gritos, protestas afiladas, inútiles, y ruidos de cuerpos chocando contra las esquinas y más gritos, voces conocidas que aún podían pronunciar frases con sentido y luego sólo alaridos, vocales despojadas de significado, letras largas, elásticas, salvajes como gruñidos de animales de otro mundo, nada más que ruido, y más golpes de cuerpos derrumbándose, un estrépito de cuerpos cayendo como fardos".
La última parte, la cuarta, se centra en la transición democrática y la democracia, y se extiende hasta la época actual. No se hace de manera detallada, y actúa como final que cierra la historia del protagonista y lo importante que fue para él la educación que recibió, que le enseñó a pensar y a tomar decisiones.
determinante para la vida del protagonista, que coincide con los momentos decisivos de la formación del protagonista, simultánea a la persecución de los guerrilleros en la sierra. La historia de los maquis, y en particular de Cencerro, y sus consecuencias corre paralela a la del protagonista y demás personajes. Puesto que se están manejando hechos reales, las fechas son muy precisas:
"Aquel día era 15 de julio de 1947, víspera de la Virgen del Carmen, y todo estaba en su sitio todavía. Lo recuerdo porque ningún habitante de la Sierra Sur olvidará jamás lo que pasó al día siguiente, ni aquella noche".
"Los camiones llegaron a mediados de noviembre, desembarcaron a una veintena de hombres de tres cuerpos armados diferentes, y se marcharon de vacío cuatro días después. La redada fue tan brutal como la del 17 de julio..."
En los tres primeros capítulos en que los hechos se circunscriben a un periodo concreto de la posguerra hay un orden predominantemente lineal (los capítulos se titulan 1947,1948 y 1949). Sin embargo, se producen constantes vaivenes temporales, de carácter asociativo y con marcas indicativas:
"Aquello había ocurrido más de un año antes, en una temporada de calma, de esas en las que a los guerrilleros no se les ocurría dar señales de vida, y yo había guardado el secreto tan bien que hasta se me había olvidado". (El padre se encierra a escondidas en el cuartel en vez de acudir a la misión encomendada).
"A los dieciocho me fui a la mili de voluntario, a los paracaidistas, para ganar un poco más de dinero, y me chupé dos años en Alcalá de Henares. Después tuve que volver a mi pueblo, a trabajar en lo que salía, que no era mucho, hasta que encontré trabajo en Jaén, en un taller de motos, y el año pasado por fin pude hacer Preu allí, en una academia que tenía turno nocturno. Soy un buen mecánico, y mi jefe me recomendó para el taller de un amigo suyo, aquí, en la carretera de la Sierra, pero no me contrató hasta abril. Por eso estoy en primero".
Recurre inmediatamente a un sumario en que sintetiza el futuro con la joven que le hace la entrevista en Granada para ingresar en el partido:
"No tardó mucho en querer, ni en contarme que se llamaba Maribel. Tampoco en descubrir que mi padre era guardia civil, pero siguió queriendo. Yo también quería, y la quería. Nos casamos en 1964. Diez años después, en la cárcel, oí hablar de Camilo por primera vez".
Vuelve a sintetizar en forma de sumario los diez años siguientes, y conocemos su avance social y su militancia, en los momentos inmediatamente anteriores a la muerte de Franco:
"Cuando yo caí, por un mínimo, desgraciado error de cálculo, ya era profesor en la Universidad, ganaba más que Paquito, Maribel me había pillado con otra, se había ido de casa, yo le había repetido un millón de veces que no, que no, que no y que de ninguna manera, me había dejado manejar como un muñeco, hasta que conseguí hacerla volver, estaba mucho más enamorado de ella que el día que nos casamos, y habíamos tenido un hijo. Había llegado, además, a ocupar un cargo importante en la dirección del Partido en Granada".
"En el juicio me cayeron veinte años pero, a pesar de que tuve que celebrar la muerte de Franco en una celda, en total no cumplí más que dos y medio, porque en julio de 1976 me aplicaron la amnistía parcial por delitos políticos". Y volverá a encontrarse finalmente con Pepe el Portugués:
"En las primeras elecciones democráticas, José Moya Aguilera, alias Pepe el Portugués, alias Francisco Rojas, alias Juan Sánchez, alias Miguel Montero, alias Jorge Martínez, alias Camilo, ocupó el primer lugar de la lista que presentó el Partido Comunista de España por la provincia de Jaén, y en la que mi nombre ocupaba el último lugar".
Algunas desgraciadamente siguen vigentes muchos años después, como la precariedad en la contratación laboral:
"Las fábricas de azúcar que pagaban el trabajo de un obrero serio y cumplidor mejor que los terratenientes de Valdepeñas, y sin necesidad de capataces que fueran todos los días a la plaza del pueblo a humillar a los hombres señalándoles con el dedo, hoy trabajas tú, hoy tú no trabajas…".
La recova "El modesto negocio de los más pobres, los que no tenían más que sus piernas y el campo para subsistir, había existido siempre. Sin embargo, con la resaca de la victoria y la excusa de que era difícil distinguir a las recoveras de los estraperlistas,..."
La ley de fugas. Para ejercer presión sobre la población se recurrió a algunos procedimientos como la ley de fugas y la ley 12 de 1940, que aparecen en la novela. La primera es la que aparece con más frecuencia en El lector de Julio Verne. Según Casanova, catedrático de la Universidad de Zaragoza, al principio la ley de fugas se aplicaba a los que intentaban escaparse aunque los militares o los guardias civiles les hubieran dado el alto. Nació antes de la Guerra Civil y se aplicaba sobre todo a presos, o a prisioneros de guerra. Pero con el tiempo se extendió a gente común que colaboraba con los republicanos. La autora describe que en función de aquella ley, “te podían matar por la espalda cualquier noche por haber dado de comer a tu hijo, a tu padre, a tu hermano, sólo por eso, eso bastaba para legalizar cualquier muerte”(p. 105). Los presos eran ejecutados de forma sumaria en aplicación de una ley de fugas, fingiendo que se habían intentado escapar.
"[Los fusilados] caían como moscas con un tiro en la espalda, porque siempre estaban desarmados, siempre decían luego que habían intentado escapar, pero eso nunca lo había visto nadie, nunca lo había escuchado nadie, nunca podía probarlo nadie ".
Existía también la ley 12 de 1940, que sirvió para depurar a la Guardia Civil, evitando así que hubiera en el cuerpo opositores al régimen. Suponía el pase a la reserva de todos los aquellos militares que hubieran colaborado con la República o se hubieran mostrado tibios en el apoyo a los alzados”:
"Hay una ley, muy famosa, por cierto, la 12 de 1940, la conoces, ¿no? Esa ley ordena investigar los antecedentes de todos los miembros del Ejército Nacional y de la Guardia Civil, para procesar a cualquiera cuyo comportamiento, o el de su familia, resulte dudoso durante los años previos al Alzamiento[...]. Franco no quiere sospechosos en el Cuerpo y...no te digo más".
Las torturas
Nino relata las escenas durísimas de maltrato, las quejas de los detenidos torturados que oía en su cuarto de la Casa cuartel, lo que en ocasiones le llevaba a intentar proteger a su hermana tapándole los oídos o cantándole:
"Sus paredes delgadas, casi porosas, se empapaban de gritos, protestas afiladas, inútiles, y ruidos de cuerpos chocando contra las esquinas y más gritos, voces conocidas que aún podían pronunciar frases con sentido y luego sólo alaridos, vocales despojadas de significado, letras largas, elásticas, salvajes como gruñidos de animales de otro mundo, nada más que ruido, y más golpes de cuerpos derrumbándose, un estrépito de cuerpos cayendo como fardos".
La última parte, la cuarta, se centra en la transición democrática y la democracia, y se extiende hasta la época actual. No se hace de manera detallada, y actúa como final que cierra la historia del protagonista y lo importante que fue para él la educación que recibió, que le enseñó a pensar y a tomar decisiones.
TIEMPO DEL DISCURSO
- PRECISIÓN CRONOLÓGICA
determinante para la vida del protagonista, que coincide con los momentos decisivos de la formación del protagonista, simultánea a la persecución de los guerrilleros en la sierra. La historia de los maquis, y en particular de Cencerro, y sus consecuencias corre paralela a la del protagonista y demás personajes. Puesto que se están manejando hechos reales, las fechas son muy precisas:
"Aquel día era 15 de julio de 1947, víspera de la Virgen del Carmen, y todo estaba en su sitio todavía. Lo recuerdo porque ningún habitante de la Sierra Sur olvidará jamás lo que pasó al día siguiente, ni aquella noche".
"Los camiones llegaron a mediados de noviembre, desembarcaron a una veintena de hombres de tres cuerpos armados diferentes, y se marcharon de vacío cuatro días después. La redada fue tan brutal como la del 17 de julio..."
- ANALEPSIS. Toda la novela constituye una extensa analepsis en la que el personaje protagonista, ya adulto, recuerda tres años de su infancia (1947, 1948, 1949) pasados en Fuensanta de Martos.
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- ELIPSIS
"A los dieciocho me fui a la mili de voluntario, a los paracaidistas, para ganar un poco más de dinero, y me chupé dos años en Alcalá de Henares. Después tuve que volver a mi pueblo, a trabajar en lo que salía, que no era mucho, hasta que encontré trabajo en Jaén, en un taller de motos, y el año pasado por fin pude hacer Preu allí, en una academia que tenía turno nocturno. Soy un buen mecánico, y mi jefe me recomendó para el taller de un amigo suyo, aquí, en la carretera de la Sierra, pero no me contrató hasta abril. Por eso estoy en primero".
Recurre inmediatamente a un sumario en que sintetiza el futuro con la joven que le hace la entrevista en Granada para ingresar en el partido:
"No tardó mucho en querer, ni en contarme que se llamaba Maribel. Tampoco en descubrir que mi padre era guardia civil, pero siguió queriendo. Yo también quería, y la quería. Nos casamos en 1964. Diez años después, en la cárcel, oí hablar de Camilo por primera vez".
Vuelve a sintetizar en forma de sumario los diez años siguientes, y conocemos su avance social y su militancia, en los momentos inmediatamente anteriores a la muerte de Franco:
"Cuando yo caí, por un mínimo, desgraciado error de cálculo, ya era profesor en la Universidad, ganaba más que Paquito, Maribel me había pillado con otra, se había ido de casa, yo le había repetido un millón de veces que no, que no, que no y que de ninguna manera, me había dejado manejar como un muñeco, hasta que conseguí hacerla volver, estaba mucho más enamorado de ella que el día que nos casamos, y habíamos tenido un hijo. Había llegado, además, a ocupar un cargo importante en la dirección del Partido en Granada".
"En el juicio me cayeron veinte años pero, a pesar de que tuve que celebrar la muerte de Franco en una celda, en total no cumplí más que dos y medio, porque en julio de 1976 me aplicaron la amnistía parcial por delitos políticos". Y volverá a encontrarse finalmente con Pepe el Portugués:
"En las primeras elecciones democráticas, José Moya Aguilera, alias Pepe el Portugués, alias Francisco Rojas, alias Juan Sánchez, alias Miguel Montero, alias Jorge Martínez, alias Camilo, ocupó el primer lugar de la lista que presentó el Partido Comunista de España por la provincia de Jaén, y en la que mi nombre ocupaba el último lugar".
- TEMPO